Agradezco a la niebla
la belleza de su incertidumbre.
La promesa quebrada del sol.
Aún sigues existiendo,
te plantas en mi rellano
con tu pequeña maleta de viaje,
a medio hacer de tu último sueño.
No titubeas, como otros, en el umbral:
primero salta tu corazón,
siempre llega el primero,
después, el resto de órganos:
la garganta, el cerebro, los genitales...
Y empiezan a encenderse, una a una,
las luces de las aristas y los vértices
que nos conforman.
Te miro y sé, que aún no me he muerto.
Schumann lesionó sus dedos
ligando el anular y el meñique
a una polea.
No más acordes de décimas.
El sueño del concertista cayó.
De esa pérdida nació el mejor
compositor de todos los tiempos.
La vida se compone de sueños
que se hacen añicos,
de los añicos esquejes,
de los esquejes el brote de un destino
inesperado,
anguloso,
inevitable.
La niña ulula tras el cristal,
hace juegos malabares en una red
y da pequeños saltos sobre las líneas
por si su madre, por si su hermana.
La mujer construye el puzzle
y escribe en el umbral de un sueño,
cree haber visto ángeles en los ojos
de sus hijos y dibuja una espiral
sin antes, sin ahora, sin después.
La anciana espera, observa, calla.
Cómo romper con la inercia
de una memoria tramposa,
cómo hacer para que no meta
sus garras en una ilusión:
el recuerdo ya fue,
la imagen soñada no será.
Cómo dejar de dar vueltas al ovillo,
sacar el cuerpo de una noria que gira,
atravesar, con dolor, el estrecho pasaje,
y renacer al vacío más puro
en un despliegue de verde y azul.
He aquí un espejo que me sigue
desde la infancia:
testigo de mis primeros dibujos,
de los balbuceos de baile en el salón,
de la salsa de albóndigas
que pendía como una estalactita
de la barba de mi padre,
del trípode junto a la ventana,
aquella desde la que se iba a tirar:
“ un día de estos, ya lo veréis”.
Este espejo con una flor rota en la esquina.
1.-
No quise dar el barniz
sin llegar a la médula.
Pequeña, insegura
y temblando.
De nada sirvió la cota de malla...
menos, las puntas de flecha.
Cuántos versos nacieron
sin vocación.
2.-
Haces figuras con la servilleta,
y modelas la tela entre las manos:
contrayéndola, estirándola.
Y piensas en la palabra
como en un ave sin huesos:
que esconde bajo sus alas
esta realidad,
que muestra tras su vuelo otra que tiembla.
Nos separan el mar y la peste.
Es justo que algo así sucediera:
maestros en ensalzar la magnitud
de un deseo que se expande
más y más ante las dificultades.
Creo, amor, que esto no nos va a parar:
la enorme piedra que se interpuso,
dará vigor a una raíz
que seguirá creciendo y abriéndose
paso a través del tiempo.
Y florecerá decidida, tercamente hermosa.
Rescatar: acción de liberar.
Del latín re captare: coger,
volver a tomar.
Sólo el amor como sujeto
evitará la colisión.