Parece una broma de mal gusto,

una película donde de pronto

todos mis miedos son protagonistas

de una intempestiva realidad.

Vivo dentro de un sueño que temía...

donde la pesadilla ha terminado.

Cruel destino el de la gallina ponedora:

paciente dará calor una y otra vez

a un huevo que le será robado.

Sin gallo al que adorar,

sin polluelo al que cuidar.

Es menos triste el destino de la araña

que vive en la esquina del techo 

junto a un ventanal.

Para Analía


Quise hacer más por ti
o quizá por mí: dándote me daba.
Te previne de mis egoístas razones.
Y saliste de tu casa despavorida,
por los golpes más allá de la piel,
con tus hijas al parque en mitad
de la noche, donde los columpios
son murciélagos que penden
de los techos en sus lúgubres cuevas.
Quise que ellas supieran
que, además de esas danzas macabras,
existen otras danzas,
donde la luz inunda todo el espacio,
donde los pasos son la música
para el que no puede oír,
donde los ojos amantes explican,
sin ruido, el milagro de ser.

No sé por qué nos caimos

y fuimos a dar

con nuestros huesos aquí.

Y la memoria del descenso

con los ojos vueltos hacia fuera,

ahora que regresan hacia dentro:

porque tanto saben,

porque tanto ignoran.