Como si fuese azul,

como si fuese líquido

y lo vertiera abrazando

la piedra, el mar, la espiga...



Era un romántico y vivió como tal;
desprovisto de lo superfluo
pero llenos los bolsillos de su abrigo
de envoltorios de caramelos y sueños.

Era un romántico y murió como tal;
en una librería, con una mano
sobre el tomo de un libro de poemas
de Goethe: “La vida es buena”.

Neurona espejo


Pobre, decías,
tiene cara de enfermo.
Él sigue vendiendo periódicos
en la esquina de siempre.
Tú hace quince años
que no puedes leerlos.

Estoy en un banquillo
sin saber de qué se me acusa.
Señalan un corazón de barro
sobre la mesa de las pruebas
y me preguntan si lo reconozco.
Y niego con la cabeza.
Traen otro de piedra
y después otro de arena.
La mesa se llena de corazones
negados. No laten.
Quietos. Tristes. Ásperos.
No los reconozco.

Larvatus Prodeo


I.-

El poeta tiene que borrarse
cuando escribe,
diluirse hasta casi desaparecer.
O encaramarse sobre el lomo del gato
que se esconde tras el mueble
cuando viene una visita,
para ver quién es ese alguien
que se mueve distinto, y preguntarse
a qué huelen esos dedos
que se deslizan sobre el piano,
qué agudos trae esa risa,
qué quejido emite la madera.
O sobre un pájaro o ser su aire atravesado,
o mar o espuma,
o la botella que arroja huérfana
una ola en la orilla,
o nada...

II.-

Por eso yo no me engaño,
porque distingo tu aroma
entre todas las manos,
escucho tu sonido en todas las teclas,
adivino tu risa curvándose
en otros labios, siempre tus pasos
me sorprenden al anochecer...
y aliento al pájaro para que te cante,
y me envuelvo en el aire
para susurrarte, y en cada ola
un suspiro y en cada botella
el mismo mensaje y en la nada...
en la nada, amor,
veo todo.


La caja se abrió en un lugar
de nombre acorde,
y salieron seis ciervos
a los que el miedo les agrandaba
mucho los ojos,
un par de conejos que se creían
ranas, tres palomas y cuatro yeguas.
Ella en pie y con la caja tan abierta
los llamaba para que volvieran,
para que nadie los viera:
a los animales y al amor.

PERSPECTIVA


Atenta a la orden de salida
entre el doble fieltro
del sombrero del prestidigitador
y a punto de acabar el número,
salta por el hueco cuando advierte 
que no es paloma, 
                              sino rana.
Pero antes de llegar al charco
dispara un cazador.


Todo se mueve. Se muere.

Reflexivos.

Todo mueve. Muere.

Oscilantes.

En la claridad del silencio

la palabra no oscila.

El amor tampoco. 


Nadie me espera detrás del espejo,

atravieso su luz a grandes pasos,

el silencio me llama por mi nombre:

llevo un poeta muerto entre mis brazos.




Amelia Díez Feijoo

En apariencia similar
al resto de la gente,
pero con códigos distintos.
Descifrarlos me condujo a arañar
una piedra usando como uñas el aire.
Te reconocí en el camino,
y dejé de soplar, dejé de rascar,
porque finalmente entendí
que, a través de ti, la maldita roca
comenzaría a sonar. Y ahora
sólo busco esa música y ahora
no sé dónde quedó la piedra.