Llevé la nave como pude,
haciendo equilibrio entre la gravedad
de las rocas y la liviandad del cielo.
Era mi responsabilidad cuidarla
y conocer sus tiempos:
dejarla mecerse pero también luchar.
Me llevó muchas vidas saber
que las mareas engañan.
Arriesgué mi nave creyéndola inmortal.


Imagino ahora todas tus renuncias mientras mirabas ausente tus cuadros, tus evasivas respuestas a mis eternas preguntas: ¿la flor es flor por sus pétalos?, ¿es su imagen lo que traes al lienzo?
Y tu posterior silencio o tus respuestas- pregunta: ¿es profundo el mar cuando es oscuro o es oscuro debido a su profundidad?
Ahora ya no estás pero me llega nítida la respuesta:
pinto la flor para que la huelas.

Se ha quemado la muñeca,
la acerqué demasiado al fuego
y ahora no puede escribir
porque es diestra por imperativo.
¡Escribe!, ordeno a la muñeca
pero ella se niega a obedecer.
Y se vuelve de arena para dormir
junto al mar y, hecha de granos
disuelta en la orilla, siente
la acometida de las olas
y el vaivén de una música
que nada ordena,
esa sí la invita a cantar.


CONVERSIÓN


Podría convertirme en camaleón 

y mudar de piel según las circunstancias,
pero...¿
cuáles son las circunstancias? 
O podría esconderme para no decir al mundo 
cómo soy, para que no vean 
las profundas grietas.
Antes también me amaron
tal y cómo soy, 

para convertirlo en tal y cómo era.
Un conejillo de indias,
un caballo salvaje domesticado,
un molde perfecto para amasar
y luego poder decirse:
el poder del amor hizo el resto.



Juan Palomo...


Eres pez que por la boca muere
y ratón que muerde el queso.
Eres anzuelo
y la boca que lo asesina.
El queso que desea
y la trampa que lo degüella.