El baile de las sombras

no es más que la danza de los árboles

a contraluz de la luna.

La oscuridad da relieve a la luz,

la realza,

el vacío se hace más patente

cuanto más se llena la obra,

la belleza para aquellos,

-¿desdichados?, ¿afortunados?-,

que pueden ver el mundo sin máscaras,

se hace tan necesaria como el agua.

Me acoge la isla
diluida y borrosa,
pero igualmente mágica.
Vuelvo a Famara donde enterré
las plumas, donde escondí las alas.
Volcán de piedra negra,
luna en tierra.

Aquí estoy, aquí respiro, aquí soy.

Con incidencia


El hilo se rompió.
Me dejé olvidada
en algún lugar cercano a una playa.
Por extrañar lo que pudo haber sido,
por desear lo que nunca fue.
Las instrucciones se borraron
y la eternidad duró un instante.
Fui un cristal donde el que se mira
se refleja y dice lo que de sí mismo ve.


Se equivocaron, me dejé olvidada
y siento nostalgia. Quiero hacer
el camino de vuelta.
Necesito volver.

Los poemas envejecen mal,
con suerte, algún verso,

podrá ser rescatado. 
El cuerpo aguanta como puede
la fiebre y 
el ocaso de los huesos, 
pero salta como un resorte
para dar respuesta al abrazo 
de su hija 
y recoge la flor que le entrega
junto a un corazón de gomaespuma.

Corre a saltitos a buscar un jarrón,
después llena el vacío de besos. 
Así no podrá oxidarse el amor.
Ni dejar sucia el agua.

Nació en medio de un arbusto
entre ramas espinosas y curvas.
Entendió la rara hospitalidad
de la naturaleza, amó la noche,
los caminos infranqueables,
la lluvia que no terminaba de mojar...
Un día comprendió que debía soltarse,
el viento y las tijeras de un jardinero
la ayudaron un poco.
La flor amaba a la zarza.

La luna ilumina las cinco puntas azules 
de una estrella de mar.
Quisiera modelar su figura en la arena
y llevar la luz a tus manos.
Una pequeña brújula
con cinco puentes, con cinco ojos:
norte, sur, este, oeste
y ese otro punto algo más alejado del mundo.
El que realmente funciona 
cuando uno está perdido de verdad. 

Sabes que no aceptaría
un confesor distinto.
Me recuesto sobre tu regazo
y acaricias mi pelo,
te hablo en voz muy baja
para no interrumpir el sonido de la noche,
y escucho el roce de las alas de los grillos 
que responden como fieles mandatarios:
estridulan si debo quedarme,
enmudecen si no debo permanecer.

Alergia o Alegría


Esa r, antes de dar el salto, somete al cuerpo al error, al más fatídico: lo pone a la defensiva atacando a un enemigo que no existe y en esa lucha ficticia uno puede morir,
como un Quijote embistiendo contra gigantes de manos atroces.
El cuerpo ha declarado la guerra de forma unilateral
y, en esto, sólo manda él.
No se lo tengo en cuenta, al fin y al cabo mi alma
ha declarado el amor de la misma manera y con idéntica obstinación.
No puedo comer la fruta que amo,
pero puedo amarla hoy más que nunca
en tanto me ha sido negada.

Una mano que lame,
una lengua que toca,
un sexo que calla, 
unos párpados que encienden,
unos ojos que apagan,
unos pies que se alzan,
unas piernas que paran,
ser no sujeto a su verbo:
una piedra que canta.