El niño de los zapatos mojados,
con brechas en las suelas, simulaba
para que no vieran en el colegio
el frío y la vergüenza de sus pies
y se erguía al salir a la pizarra,
orgulloso de conocer el nombre
de los treinta y tres reyes visigodos.
El niño con la niñera de cofia
pero sin tener acceso al pan blanco,
soñaba con los dedos apretados
para no repetir la vieja historia.
Se convirtió en marido, padre, abuelo,
pero nunca pudo templar sus pies.
Qué alegría encontrarte aquí, pensaba que ya no escribías y sigues haciéndolo mejor que nunca. No te escondas.
ResponderEliminarEspero que esté todo bien en tu vida.
Muchas gracias. ¿Quién eres?
EliminarPrecioso poema..!!Y cierto escribes mejor cada día.🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹
ResponderEliminarMuchas gracias, Amelia.
EliminarCierto es que e quiero, de las demás certezas sólo emergen dudas...