Noventa noches y una moneda


Hay un horizonte en el cielo

como un helecho de Barnsley,

tomando como coordenadas

el sol y la luna que espera.





 


Los signos del amor 

no deberían ser equívocos.

¿O tal vez lo es el propio amor? 

¿Erróneo o susceptible

de interpretación?

Y sin embargo tus ojos 

y sin embargo tus manos...

 


Al milagro de la vida,

al azul exacto de esa roca,

a la fuerza de mis brazos, 

al aprendizaje temprano 

que deja heladas las extremidades,

al camino serpenteante:

no renuncio. 

 No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero.” María Zambrano 


Llegar a ti, no como se llega 

a una montaña elevada 

a más de 8000 metros del suelo, 

ni ser capaz de caminar descalza 

devorando las brasas de unos poemas. 


Llegar a ti como elevándose 

sobre montañas a miles de kilómetros 

del suelo, llegar como moviendo 

todos los objetos de lugar. 


Hacer temblar la tierra,

despegando tus pies del asfalto 

para que veas que la energía de rozamiento

 no es contraria 

a la velocidad, sino su aliada. 


Llegar a ti sin la posibilidad 

del viento.