Tú, que me acompañas y me arropas,
que me empujas y te clavas.
Mi día deberían ser todos, contesta,
como tu yo deberían ser otros:
la hierba, el viento, la lluvia;
la lengua áspera y rugosa del gato;
el pecho febril de la madre
que necesita ser succionado,
porque arde, porque duele;
el ojo del bebé, la mano del viejo;
el cuerpo minúsculo de la niña
que agoniza sobre la arena negra...
Hoy no es mi día. Mi día son todos.