parecían las manos de una mujer
que las ha entregado al fuego,
a la cueva de un oso hambriento
a sabiendas de que las perdería,
pero invocando
el milagro del amor
de rodillas fuera de la madriguera.
...
Y hoy parece que la piel
se regenera, mis dedos
se enderezan, tiemblan de nuevo, aletean
por las negras de las dudas
y se posan finalmente
en las blancas
sostenidas por tu bondad.
en las blancas
sostenidas por tu bondad.