Ay de aquellos que osan llamarse ángeles,
que apelan a la bondad
como elemento tangible,
como entidad corpórea
que puede palparse en la materia
sin sueño, que juegan y apuestan
en juicios rápidos y objetivos
sin más prueba que subjetivos daños:
los propios, los suyos, de ellos,
que creen volar y miran desde el subsuelo,
el relieve de un hormiguero
al que llaman universo,
y toman la miel de la abeja
sin dar las gracias y, aún más triste,
sin saborearla.
Pero hacen suya una tesis
de la textura, del aroma, del color.
Y después reverencias y humildad y movimiento
de manos...
que apelan a la bondad
como elemento tangible,
como entidad corpórea
que puede palparse en la materia
sin sueño, que juegan y apuestan
en juicios rápidos y objetivos
sin más prueba que subjetivos daños:
los propios, los suyos, de ellos,
que creen volar y miran desde el subsuelo,
el relieve de un hormiguero
al que llaman universo,
y toman la miel de la abeja
sin dar las gracias y, aún más triste,
sin saborearla.
Pero hacen suya una tesis
de la textura, del aroma, del color.
Y después reverencias y humildad y movimiento
de manos...
La caja de juanolas
He cogido por equivocación tu bolso de viaje, y hurgo y abro y cierro cremalleras esperando encontrar algo que me huela a ti después de tanto tiempo.
Hasta que en el fondo de un pequeño bolsillo aparece una caja metálica:
rombos negros pegados que se me antojan el mejor manjar que haya comido en años.
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