Aunque ya no pese el sueño
y el vestido de la flor
se haya hecho jirones
por las toscas ramas
que hubo de atravesar,
nace otro ingrávido,
casi transparente,
dentro de otros sueños.
Y se está haciendo real.
¿Qué decir del eco
que perdiste en el hueco,
si en el vacío no puede viajar?
Podrá desplazarse a través del agua
o en las lágrimas de un niño
al que dejaron solo una noche de invierno
o a través de todos los mares del mundo,
en el aire que mece las hojas
y en la madera de los bosques
a dónde van las almas perdidas
a buscar refugio;
podrá dispersarse a otro lugar
después de rebotar contra el borde
de un muro de piedra.
Pero, ¿escuchar el sonido de otros
que viaja después de haber sido:
sin lluvia que lo transporte,
madera que lo aísle,
aire que lo impulse
o viento que lo arranque?
He ahí el milagro que contradice
todas las leyes de una física
que sólo vio en la materia
un medio de transmisión.