Grullas



Detente,

no me definas, 

que las oigo venir

blandiendo en su pico 

las llaves de tu prisión. 

 


Aunque llevara mil máscaras, 

tú me reconocerías.

La raíz siempre estuvo oculta

bajo tierra ardiente 

y la tuya cerca.

Al mandato ajeno

nos talaron mil veces:  

demasiado alto, demasiado estrecho,

poca fronda, rama seca…


¡Pero cuánto vigor, amor, nos dieron! 

Cencellada

 

No sé si he inventado 

este milagro, 

como la niebla inventa 

los pájaros de hielo 

que cubren el árbol 

cuando se marcha, 

y, en la mañana, bajo la luz del sol,

persisten sus plumas brillantes 

y unos temblorosos picos

sin cuerpo visible 

que, aún, cantan. 


Que regresen al mundo

las manos compasivas, 

que vuelvan a la carne 

los ojos de los que ven, 

los que en silencio lo sostienen

ajenos al ruido del rencor y la sombra,

los que necesitan sin pedir, 

los que procuran sin necesitar,

los que resuelven enigmas

y también los que los plantean,  

los agotados que cedieron su fuerza 

para cargar la piedra de otro 

y en el camino perdieron la suya,  

pero no volvieron atrás 

y los que sí volvieron 

                                   a su pesar.

 


Aunque ya no pese el sueño

y el vestido de la flor

se haya hecho jirones 

por las toscas ramas 

que hubo de atravesar, 

nace otro ingrávido, 

casi transparente, 

dentro de otros sueños. 

Y se está haciendo real. 

 ¿Qué decir del eco 

que perdiste en el hueco,

si en el vacío no puede viajar?

Podrá desplazarse a través del agua 

o en las lágrimas de un niño

al que dejaron solo una noche de invierno

o a través de todos los mares del mundo,

en el aire que mece las hojas

y en la madera de los bosques 

a dónde van las almas perdidas 

a buscar refugio;

podrá dispersarse a otro lugar 

después de rebotar contra el borde 

de un muro de piedra.

Pero, ¿escuchar el sonido de otros

que viaja después de haber sido:

sin lluvia que lo transporte,

madera que lo aísle,

aire que lo impulse 

o viento que lo arranque?

He ahí el milagro que contradice 

todas las  leyes de una física 

que sólo vio en la materia 

un medio de transmisión. 


Para Milena Knezevic

 

Que tu nombre fue reverenciado 

por Kafka, 

quienes preguntan de dónde vienes, 

probablemente lo ignoran. 

Que tu origen sea incierto 

añade belleza a tu imagen: 

puedes elevarte más allá 

del cielo de esta isla 

que está dentro de otra isla,

y de otra y otra…

 


Cómo se hace para nombrar 

un sentimiento sin filtro, 

el bulbo que lo nutre, 

subterráneo e imbricado,  

entre la palabra y el silencio. 


Cómo para desescamar el corazón,

arrojar al océano las esquirlas 

de esta criatura, endurecida y tierna, 

para que solo quede todo 

el amor que siento. 

¿Dónde tu hoguera de las vanidades?

Me pides “perdón”
a través de un mensaje. 
Curiosa palabra, pienso, 
para quien prefiere “a Savonarola
antes que a los místicos 
y su fe recreada”. 
Te recomiendo a Fray Luis 
para las largas noches de hospital
y para los días donde la bruma 
de la memoria solo se despeja 
ante la visión de la muerte. 

Instrumento


Las caderas se estrechan,

el vientre se redondea. 


Hay que ajustar las cuerdas


de otra forma para afinarlo, 


para que siga sonando.


Temía que se parara, 


y, sin música, dejara de bailar, 


pero el río no se ha secado, 


sigue su curso 


con el agua más mansa.  







Alicia


Tras el espejo no hay husos horarios,

 ni citas impostergables,

se adelgaza el vaho 

de los recados del cristal 

que, a veces, deforma

los relojes de cuerda prendidos 

de un chaleco que huye.

-“No voy a llegar a tiempo”-.

Pero no puedo quedarme:

alguien podría querer

cortarme la cabeza. 


Y ahora toca elegir.












Desbocada


Te quitaste el bocado 

cabeceando, 

libre la mandíbula 

de acero y hierro.


Creciste sin boca, 

con los ojos y tímpanos 

atentos a lo esencial: 

ver,

oír, 

callar. 



Alegoría de la templanza. Alonso Berruguete.
Museo Del Prado.


To be continued

Se busca a los inocentes, 

hazmerreíres que el sol 

elige para alumbrar,

a los que hacen crecer 

flores de las raíces de sus manos. 


Se huye de los descreídos 

que vuelven -¿de dónde, 

si siempre se va, se vuelve?-,

de los que dicen haber hecho

un surco en la hendidura de lo infinito.  


La poesía, si hay vida, 

como una película muda, 

                                         continuará…

 

Sabía que eras tú, 

aunque tus ojos no eran tus ojos, 

ni tus manos 

se parecían a tus manos, 

ni la sonrisa,

ni los gestos, 

ni la posición de tu columna 

erguida sobre una silla de otra época, 

Sin embargo, sí era el amor la causa 

de que, no siendo tú, te aparecieras 

tú de nuevo en mis sueños. 


Quiere salir por el hueco de la madriguera, 

pero se confunde, da vueltas 

y choca: siempre choca. 


El topo no sabe

que está en la superficie

envuelto en la más tenebrosa claridad. 

 


Parece que también las piedras hablan

y se quejan de mis paseos

junto al río y lloran

cuando la luna las alumbra 

porque sienten el peso 

de una soledad que tanto 

aúlla tu ausencia. 

Es la misma luna, la misma sombra, 

las mismas piedras que dejé en la isla. 

La misma soledad viajera. 

La luz perfora la piedra

Alta me quieres, 

sin doblegar el cuello. 

Alta te espero: 

fue necesaria la llama 

de un obstinado soplete 

que desoyó la advertencia 

de nunca confiar el fuego al acero. 

Paleontólogo

 


Las huellas de otro tiempo y espacio 

marcadas en una piedra, 

el hueco fundido con vértebras, 

heces y cráneos: 

la más bella memoria visual. 


Mi alma como el fósil de un amonites, 

que sólo tú has podido descubrir 

con las yemas de tus dedos.


 

En la sala de espera del neurólogo


Cuánto tiempo se nos va

en una hilera 

esperando ser llamados. 

Traté de hacer un cálculo mental 

una tarde que esperaba 

no sé bien a qué...

Desistí para no añadir 

más tiempo al tiempo 

que se me iba contando 

las veces de veces 

sin importancia. 


Quizá también hagamos cola para nacer, 

pero, ¿no la hacemos para morir?


Viene por las noches a cantarme

y se posa sobre un árbol 

cuya copa arrulla 

la ventana de mi habitación.

Conoce el peligro de una sombra gris 

que, con el lomo arqueado, sueña 

que un día de estos equivoque su vuelo 

y enmudezca para siempre. 

Yo cuido del gato, pero amo al pájaro. 

Un último cuento

 


Los ancianos llaman a sus madres

como si volviesen a ser niños 

y quisieran verlas junto a su lecho 

agarrándoles la mano.


Quizá buscan un cuento 

para dormir tranquilos, una palabra

que llevarse al sueño más largo.

“Mamá, Mutti, Mom, Madre...”


Ya la vieron, la escucharon, 

porque algo en sus ojos cambia, 

porque aguzan sus oídos,

porque curvan sus labios.

Péndulo cónico


De quién el dedo 

que sujeta la vara. 

La materia oscilante 

hacia un lado, hacia otro.

La eterna pregunta 

sobre la longitud del hilo.


Y la trayectoria circular.



Te alejaría de mí

si dejara de soñarte, 

como se va alejando aquello 

que no se recuerda.

Pero los sueños que persisten 

dentro de otro sueño,

mucho más allá del umbral

de la ilusión, 

vienen para quedarse.

Mi abuela viene con una bata de color rosa al salón



Nada de eso secuestró mi ser, 

te digo, sin mover la lengua, 

mientras me abrazas:

mediar entre ambiciones mediocres 

donde la gente se mata

por el destino de un ¿bien? 


La luz de tu alma resplandece 

como la de una estrella hace años muerta, 

la flor y su cáliz abierto,

el despeñadero por donde querer 

saltar.


Un mariposa de intenso azul 

abre sus alas sobre mi corazón.

Deseando amar

 


El deseo de cultivar un jardín,

con hierbas aromáticas y flores,

choca contra la realidad 

del pulgón. 

El deseo de volar sobre las copas

de los árboles y vislumbrar 

abismos desde el cielo, 

contra la gravedad. 

¿Y el deseo de amar? 

El deseo de amar, contra todo:

pulgón, gravedad, desierto,

pero es el único que procura 

el aroma más sutil, 

el vuelo más perfecto, 

y el fuego necesario 

para que arda en llamas 

la parte más incombustible de la vida. 


 


Las grietas en tus manos, 

que pagan una deuda ajena, 

también se cobran su cura: 

manos hechas para amar

que amando, sanan. 




Hoy es tu día



Tú, que me acompañas y me arropas, 

que me empujas y te clavas. 


Mi día deberían ser todos, contesta, 

como tu yo deberían ser otros:

la hierba, el viento, la lluvia; 

la lengua áspera y rugosa del gato; 

el pecho febril de la madre 

que necesita ser succionado,

porque arde, porque duele; 

el ojo del bebé, la mano del viejo;

el cuerpo minúsculo de la niña 

que agoniza sobre la arena negra...


Hoy no es mi día. Mi día son todos. 

 No voy entrecerrar los ojos

para ver la imagen,

no voy a contar con los dedos cruzados 


mientras cambia el escenario,


no voy a dar de comer a la mano


derecha]


con los atributos de la izquierda,


no cerraré ninguna llave 


y no permitiré que Ethos 


se deje aniquilar por Pathos, 


como un Abel cualquiera.

 

Me enfrenté al dragón: 

dejé de darle el agua

que él convertía en llamas.

Y se fue haciendo pequeño

y de sus ojos la súplica, 

y de sus garras las uñas, 

cayendo, una a una, sobre el mar, 

y de su boca la garganta 

                                        quemada. 


Lancé una flor sobre los restos. 


La caligrafía del tiempo

escribe sobre los cuerpos 

en la noche cerrada.


Los pétalos morados 

se cubren de un manto blanco,

pero arden. 


El cuenco se modeló 

entre nuestros sueños trenzados. 

Noventa noches y una moneda


Hay un horizonte en el cielo

como un helecho de Barnsley,

tomando como coordenadas

el sol y la luna que espera.





 


Los signos del amor 

no deberían ser equívocos.

¿O tal vez lo es el propio amor? 

¿Erróneo o susceptible

de interpretación?

Y sin embargo tus ojos 

y sin embargo tus manos...

 


Al milagro de la vida,

al azul exacto de esa roca,

a la fuerza de mis brazos, 

al aprendizaje temprano 

que deja heladas las extremidades,

al camino serpenteante:

no renuncio. 

 No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero.” María Zambrano 


Llegar a ti, no como se llega 

a una montaña elevada 

a más de 8000 metros del suelo, 

ni ser capaz de caminar descalza 

devorando las brasas de unos poemas. 


Llegar a ti como elevándose 

sobre montañas a miles de kilómetros 

del suelo, llegar como moviendo 

todos los objetos de lugar. 


Hacer temblar la tierra,

despegando tus pies del asfalto 

para que veas que la energía de rozamiento

 no es contraria 

a la velocidad, sino su aliada. 


Llegar a ti sin la posibilidad 

del viento.






De otra manera, la luna 

no me hablaría 

y la inclemencia del sol 

cegaría mi vista. 


De otra manera, las compuertas 

seguirían calcáreas 

y los puentes desvencijados.


De otra manera, el aire, 

tan generoso, dejaría 

que muriera de hambre. 


De otra manera, no podría ser 

nada ni nadie. 

 En los sueños comienza  la responsabilidad. W.B.Y 


Cuando una utopía 

deja de serlo, 

la soledad se fractura 

y el sueño deviene 

en sujeto explícito.

Miro a través del cristal 

y me hablas. 


Te alcanzo. 

Para mi ángel

Recuerda los castaños en noviembre 

alfombrando la tierra, 

y sus valvas estremecidas

como úteros anidando huecos. 

Recuerda a tu ángel de pelo blanco. 

Recuerda que los moldes 

se desmoldan, que la luz

de las estrellas proyecta 

en la noche de los tiempos 

todo el amor. 

Recuerda 

que son blandos la arcilla

y el barro.


Recuerda que las piedras

también se rompen.

LA CASA

Wo gehen wir denn hin? Immer nach Hause. Novalis 


¿Cuál es la casa a la que siempre 

volvemos, 

después de tanta vuelta, 

donde la gravedad hinca sus dientes

y los sueños se escapan, 

escalan, se esconden como pueden,

no dejándose cercar? 


¿Es el mar, con su ingravidez, 

el que nos llama, o su reflejo más arriba? 

¿Y si la ola nos lleva, volverá el aroma 

de lo que fuimos a la orilla

como regresan los objetos 

que un día partieron? 


¿Volverá la imagen en la noche, 

en las embestidas contra la roca: 

sueños de túnicas blancas 

y cabellos de espuma de sal, 

que agradecen siempre al mar 

la invisibilidad de sus lágrimas?




“Se me ha quedado pequeño”


Hay quien yerra con las magnitudes:

las uvas demasiado verdes,

el agua demasiado turbia,

la luna demasiado alta,

la noche demasiado oscura. 

Nada es pequeño ni grande

para el alma, 

que sabe estar a la altura.