Las huellas de otro tiempo y espacio
marcadas en una piedra,
el hueco fundido con vértebras,
heces y cráneos:
la más bella memoria visual.
Mi alma como el fósil de un amonites,
que sólo tú has podido descubrir
con las yemas de tus dedos.
Las huellas de otro tiempo y espacio
marcadas en una piedra,
el hueco fundido con vértebras,
heces y cráneos:
la más bella memoria visual.
Mi alma como el fósil de un amonites,
que sólo tú has podido descubrir
con las yemas de tus dedos.
Cuánto tiempo se nos va
en una hilera
esperando ser llamados.
Traté de hacer un cálculo mental
una tarde que esperaba
no sé bien a qué...
Desistí para no añadir
más tiempo al tiempo
que se me iba contando
las veces de veces
sin importancia.
Quizá también hagamos cola para nacer,
pero, ¿no la hacemos para morir?
Los ancianos llaman a sus madres
como si volviesen a ser niños
y quisieran verlas junto a su lecho
agarrándoles la mano.
Quizá buscan un cuento
para dormir tranquilos, una palabra
que llevarse al sueño más largo.
“Mamá, Mutti, Mom, Madre...”
Ya la vieron, la escucharon,
porque algo en sus ojos cambia,
porque aguzan sus oídos,
porque curvan sus labios.