Y fue volviendo lentamente
de ese viaje a ningún lado
en el que nadie la acompañó.
No hubo patos salvajes,
solo su mente inconclusa
que se plegaba
ante la incertidumbre
y la hacía desaparecer.
Esa nada envuelta en sonrisas,
blancos los nudillos
aferrando un pretil imaginario…