No sucumbí al discreto encanto
de la vida conyugal,
a los trabajos de oficina de ocho a tres,
a pensar idéntico, a reír igual,
a las normas de conducta para encajar,
a vestir la misma seda,
a sembrar la misma planta
una y otra vez...
El deseo me convirtió en modista
que siguió fielmente las instrucciones
del patrón que confeccionaron
mis sueños.
Y pateé los brazos a la pesadilla
para que no empuñara sus tijeras.
https://youtu.be/8RsrRmPLxfg
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