Para Jon


Has llegado de un viaje muy largo 

donde nadie podía acompañarte 

con las manos y los pies 

confundidos de extenderlos 

en un vacío que te evitaran caer. 

Tus primeros pasos fueron seguros 

cuando la vida aún era levantar 

las manos para tomar los dones 

que tus ojos de una galaxia verde

y lejana alcanzaban lejos a ver: 

la flor que me ofrecías sin cortar,

las nubes que traían promesas, 

los viajes alrededor del mundo 

sin salir de la isla, sin salir de la cama. 

Y hoy han vuelto las estrellas 

a tus ojos y los dones a tus manos,

hoy tomas conciencia de alguien 

que lleva mucho tiempo esperando.



Reglas mnemotécnicas de una mente imperfecta



No veía tus manos, 

sino el áspero esparto 

que recubría tus dedos, 

dejaba un  ojo abierto en sueños 

para saltar al vislumbrar 

la sombra de una caperuza,

rogaba al viento rasgar 

las pihuelas trenzadas 

con hilo de dragón,

tu voz era un silbato 

al que desobedecer. 


Perdóname, no eras tú, 

solo mi mente,

de mi alma, 

una cetrera en ciernes. 

 

Y fue volviendo lentamente

de ese viaje a ningún lado

en el que nadie la acompañó. 

No hubo patos salvajes,

solo su mente inconclusa 

que se plegaba 

ante la incertidumbre 

y la hacía desaparecer. 

Esa nada envuelta en sonrisas,

blancos los nudillos

aferrando un pretil imaginario…

Nada hay que se le parezca


Nada hay que se le parezca. 

No hay dos grillos iguales, 

si los miras detenidamente 

cada uno tiene su propia identidad: 

las antenas de aquel 

se tuercen ligeramente a la izquierda,

este que canta tiene una 

más larga y tiesa que la otra.

El tiempo no es igual

para la cigarra y para la hormiga, 

aunque los versos sean idénticos 

vibran tan diferente en tus oídos 

y en los míos…

No hay dos penas iguales, 

¿y qué me dices de la alegría? 



Elisa

 

Mi primer libro sin “santos”, 

el paseo en bici sin ruedines, 

las eternas tardes de sábado

frente a un tablero de parchís, 

tus continuos debates con Pituca, 

una especie muy doméstica 

de Petronio y Lucanor, 

tu aparición en mis sueños

dando precisas instrucciones 

para que retoñe el bulbo de mi ser.




 

Ensimismada en lo otro,

hacia dentro para ver fuera 

lo que está oculto, 

dándose para sí, 

levantando los escombros, 

para ver la flor 

que nace en la húmeda oscuridad.

Preservarla de la luz

(iluminándola). 

 


Tendría que haber sido suficiente: 

el aire que se colaba bajo tus manos, 

la flor púrpura en medio del incendio, 

lo que no te dije pero escuchaste, 

la colina serpenteante de tu deseo 

que pude llegar a entender,

la intrusión de mis pensamientos 

que ninguna sustancia química 

pudo apaciguar salvo tu voz: 

la compulsión y el remedio.