Hueso de luz indestructible

con forma de mariposa, 

pirámide con dos salientes 

que se ofrecía a los dioses 

como ofrenda, 

núcleo de resurrección   

del cuerpo humano, 

número 1701 de terminología 

anatómica, 

base del ascenso de la Kundalini

y punto débil del caballo

que de pronto un día deja de correr…


¿Alguien percibió que debía cuidar sus alas? 


No avisaré de mi llegada, 

quizá presientas por el aroma 

de ciertas calles

que anduve muy cerca. 

Tal vez en aquella plaza 

cuando levantes la vista de tu café 

y observes una bandada de pájaros 

picoteando algo en el aire,

o en el reflejo naranja de un cristal 

que refractaba la luz 

sobre tu vaso de agua,

o en el traspiés de una mujer 

que miraba hacia todos los sitios 

y a ninguno sin seguir las indicaciones del equilibrista.

En una risa a destiempo.

O en una lágrima. 

 


Y se hizo otoño en el sueño. 

Las hojas movidas por el viento

formaron un corro de brujas

que cantaban en un idioma extraño, 

los árboles hablaban entre sí:

pronto llegará la tala

vivid ahora, decía el más alto,

el sonido de un arroyo cercano

parecía la música de un corazón

que sabía del amor y sus daños.

Mis pies descalzos miraban 

el camino:

hacia atrás parecía largo, 

hacia delante más corto 

y escarpado. 




 

 

 

La poesía se dilata 

como la pupila de un ojo, 

procurándole más luz 

cuanta más oscuridad.

Sin tratar de explicarla,

sin tratar de removerla,

dejándola intacta.