Dos niños perdidos

 


Quisimos abrir, sin cortar,

los alambres del corazón,

quisimos mover, sin levantar polvo, 

los escombros en el alma.

Caricias con las que alicatar

los espacios rugosos, 

palabras con las que cubrirlos

de mosaicos azules y malvas. 

Se nos olvidó limpiar 

antes de acometer la obra. 

Y la malla. Para saltar. 

 Y este viento que me mece

hacia la melancolía,

hacia el desamparo.

En la primera hallo cobijo,

en el segundo, esperanza.

Una manta y una cuerda.

Necesito una aguja 

que introducir en la arpillera 

para que ambas se fundan. 

 ¿Qué pasará mañana cuando despierte?  

¿Seguirá cantando el gallo? 


¿Y tendrá el sol su reflejo en el mar, 


aunque los hombres se empeñen 


en saquearlo? 


¿Y los bebés podrán levantarse 


de sus cunas? 


¿Qué pasará con el amor?


¿Dejarás que pase por tu vida 


o tomarás mi corazón 


entre tus manos, y mis labios


podrán decir a los tuyos 


que las guerras, la muerte, el miedo 


no vencerán?