Sabía que eras tú,
aunque tus ojos no eran tus ojos,
ni tus manos
se parecían a tus manos,
ni la sonrisa,
ni los gestos,
ni la posición de tu columna
erguida sobre una silla de otra época,
Sin embargo, sí era el amor la causa
de que, no siendo tú, te aparecieras
tú de nuevo en mis sueños.