La razón

El santo grial.
La razón está cansada
de tener,
de llevar
siempre razón.
Pobre razón.
Pesa,
pasa de mano
en mano como un
virus contagioso.
La razón está
cansada de tener
siempre razón.
Y con razón.

Pagodas

Pinto horizontes curvados
como si mi muñeca tuviese el pulso de un niño
y no forzara la línea,
los tejados de las casas
se convierten en pagodas
que danzan risueñas en arcos de amor,
las nubes, temblorosos meandros
que cruzan cargadas de
anhelos el mar.
Es curioso, me digo, todo me sale
redondo cuando la mente
no está.

Amelia

Y cuando al cuerpo
no le queden fuerzas ya para amar 
porque íntegras las reserva
para mantenerse erguido, 
el viejo corazón dará saltos
jubilosos con el ímpetu de un atleta
y escalará todas las verjas 
y todos los muros sin temor 
a despeñarse,
acariciando con la hondura 
de un experto amante
las infantiles resistencias.


Entresacado

Se rebelaba ese hilo,
no quería servir
de adorno del dobladillo 

de un pantalón, 
o peor aún, formar parte
de la vainica de un cursi mantel.
Pero la aguja fue directa a él ,
su posición en la esquina,
le valió ese ingrato destino.

Tal vez los poetas...

Tal vez los poetas sean como
los moluscos, que para defenderse
del objeto invasor
que les causa irritación,
lo rodean con capas y más capas
concéntricas de cristales
hasta llegar a formar una perla.
La belleza de la misma dependerá
de la rareza de su color, la talla
y la forma de sus esferas.

En la página de qué libro...


¿En la página de que libro
quedará el marcador lleno de polvo?
¿Qué final me será privado de leer
entre todos los posibles
ficticios antes del inevitable real /irreal mismo?
¿Qué hilo penderá con el autor?,
¿quién es el asesino?¿se amarán?
-soñará que le pregunto-...
¿Y por qué tengo la sensación, aunque
todavía no me he ido de que hay
tantos capítulos que yo ya me he perdido?

La araña

En la esquina del techo del salón
quedó tejida la infancia,
hilos tan finos y estrechos se burlaban 
de la inquisidora mirada del guante que limpiaba.
Por la noche, retadora, 
ampliaba estancias añadiendo
otros huecos de a tres, partidos
en diagonal en un perfecto entramado
de tela espiral en tramo vertical.
Ella construía su laberíntico
lugar donde quedar resguardada
en ese espacio de embudo sedoso
sobrevivió.

La caja

Una niña dibuja una caja
en la ventana del vagón de un tren
y mira a través de ella el paisaje.
Llegan a su destino y le estiran
con fuerza del brazo.
Comienza a llorar mientras el tren se aleja
y con él su caja llena de ramas,
montañas, caminos, ríos
y algún que otro pájaro.
Mira ahora cómo una uve de gansos
la traen de regreso.