Grullas



Detente,

no me definas, 

que las oigo venir

blandiendo en su pico 

las llaves de tu prisión. 

 


Aunque llevara mil máscaras, 

tú me reconocerías.

La raíz siempre estuvo oculta

bajo tierra ardiente 

y la tuya cerca.

Al mandato ajeno

nos talaron mil veces:  

demasiado alto, demasiado estrecho,

poca fronda, rama seca…


¡Pero cuánto vigor, amor, nos dieron! 

Cencellada

 

No sé si he inventado 

este milagro, 

como la niebla inventa 

los pájaros de hielo 

que cubren el árbol 

cuando se marcha, 

y, en la mañana, bajo la luz del sol,

persisten sus plumas brillantes 

y unos temblorosos picos

sin cuerpo visible 

que, aún, cantan. 


Que regresen al mundo

las manos compasivas, 

que vuelvan a la carne 

los ojos de los que ven, 

los que en silencio lo sostienen

ajenos al ruido del rencor y la sombra,

los que necesitan sin pedir, 

los que procuran sin necesitar,

los que resuelven enigmas

y también los que los plantean,  

los agotados que cedieron su fuerza 

para cargar la piedra de otro 

y en el camino perdieron la suya,  

pero no volvieron atrás 

y los que sí volvieron 

                                   a su pesar.