Agradezco a la niebla
la belleza de su incertidumbre.
La promesa quebrada del sol.
Aún sigues existiendo,
te plantas en mi rellano
con tu pequeña maleta de viaje,
a medio hacer de tu último sueño.
No titubeas, como otros, en el umbral:
primero salta tu corazón,
siempre llega el primero,
después, el resto de órganos:
la garganta, el cerebro, los genitales...
Y empiezan a encenderse, una a una,
las luces de las aristas y los vértices
que nos conforman.
Te miro y sé, que aún no me he muerto.
Schumann lesionó sus dedos
ligando el anular y el meñique
a una polea.
No más acordes de décimas.
El sueño del concertista cayó.
De esa pérdida nació el mejor
compositor de todos los tiempos.
La vida se compone de sueños
que se hacen añicos,
de los añicos esquejes,
de los esquejes el brote de un destino
inesperado,
anguloso,
inevitable.