Siempre me veis reír, perpetua sonrisa que os empuja a saltar y a correr por un cielo ortigado sin temor. Aguzad bien el oído, atended al galope y al ruido de los cascos y alzaos sobre él sin importar lo sinuoso y pesado de las sombras, penetradlas y entonces, sí: reíd o llorad.

Debe haber
un me voy yendo
despacio sin que se note,
un me voy llenando
de amor mucho más
del que suponen,
un me voy vaciando de ayer
por esta noche
que vino a anunciarme:
como un niño
con un cedazo en el mar,
yendo, llenando y vaciando
su red,
juega y vive la vida.

La niña de madera
se ha hecho astillas
y los secretos y los miedos
como nervudas carcomas
van corriendo por el suelo
y sueña que se multiplica
y posee dieciocho pies
y noventa dedos
para enterrarlos bajo tierra
o hundirlos en una alcantarilla
para que nadie los vea,
pero sabe que su cura vendrá
cuando alguien los descubra
y la ame así
con todas las esquirlas abiertas.

Melancolía


Entre la orilla y el mar,

un andén lleno de piedras

agitan sus grises

pañuelos y susurran

a la lengua de las olas

los más delicados versos.


El hueco entre tus ojos:

estación solitaria

donde se halla mi tren

sin pasajero

                      ni maquinista.









¡Qué sabrán ellos!

Yo he visto

como se rompieron sus alas

desafiando al mar

por un pequeño barco.

Usé de resina el amor

para pegar los fragmentos

pero no pude acabar la tarea

porque entonces me rompí yo.




A fin de cuentas


Ya ves la insignificancia
que soy, tan tan insignificante
que no merece la pena
buscar el significado.
A fin de cuentas- me gusta
esta expresión- amo
lo mínimo, lo más pequeño,
lo que casi nadie mira
y pocos ven.
En lo diminuto habita
todo lo que tiene sentido.
Y al sentido nada le significa
tener un significado.

Mamá


Siempre soñaba tu vida
y al despertar
vivía tu muerte. De nuevo.
Con toda su crudeza.

Hoy soñé tu muerte.
Pero al despertar,
al despertar...
celebré tu vida.
Puedo entrar en lo onírico
sin usar las alas,
el olfato nocturno me guía
y me mantiene en vilo.
Ay, quien venga a poner
un manto oscuro sobre el cuerpo
de mis hijos, quien robe
un poco su aire
o ponga en duda sus dudas,
sabrá entonces de qué está hecha
mi piel.

Voy a encontrarte
para traerte a la materia
de estos locos días de junio,
para volver a tocar la corteza terrestre
y des velar
este sueño en el que llevo
prendida como un hilo
que queda colgando de una hebra
de tu alma,
y va balanceándose lento
e imperceptible,
y a veces miras y parece que no está
y después vuelve y revolotea
entre las pestañas
tan cerca, tan siempre.
Dame tu mano y ayúdame.

Ayúdame a soltarlo.