Con que esmero cuidabas tus plantas:
su posición para recibir al sol,
el agua que precisaban,
las caricias a los pétalos de una triste flor...
Y a mí como a un pulgón
de alguno de tus rododendros
me enviabas al cuarto oscuro,
no sin antes vendar mis ojos
y atar mis manos.
Y tanteaba allá adentro:
cuánto hilo será necesario
para hilvanar las grietas,
cuánta tinta para limpiar.
Donde estaba quien debía impedirlo?Tus ojos vendados te enseñaron a mirar para dentro...y ahí nació la poeta grande.. !!
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