Darse la vuelta...

Darse la vuelta a los ojos, 
doblegar las muñecas, 
los tobillos y llorar. 
Llorar ciudades, 
casas, 
ríos
colmenas, 
enjambres de abejas; 
rutinarias cumplidoras que adulan 
a una reina sin atreverse a despintar 
sus rayas y salir al campo 
a buscar otro néctar 
y escuchar melodías sin zumbidos,
sin jerarquías. 
Atreverse a ser algo más o menos 
o distinto que zánganos, obreros y reinas. 

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