Aunque no nos conozcamos,
somos ya viejos amantes.
Sé de la textura de tu piel,
de su calor, de tu lengua,
de su justa
humedad, los latidos
de tu sexo
abriéndose camino lento
como si navegaras admirando
el paisaje,
deteniéndote en cada
valle,
en cada árbol,
en cada pájaro.
Y cómo abres con fuerza
los postigos de todas mis puertas.
Lamentándote.
Retorciéndote.
Llamándome.
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