Siempre me veis reír, perpetua sonrisa que os empuja a saltar y a correr por un cielo ortigado sin temor. Aguzad bien el oído, atended al galope y al ruido de los cascos y alzaos sobre él sin importar lo sinuoso y pesado de las sombras, penetradlas y entonces, sí: reíd o llorad.

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