Te vi justo en ese instante
en que se abrió en el cielo gris
un tímido rayo que fue a caer
en el borde mismo de tus ojos,
alumbrándolos por dentro
y haciendo que pudiera leer
todos los adjetivos que ahora se me niegan.
Cuánto deseé en ese momento escribir
sobre tu piel y hacerme un abrigo
con ella, que fiel guardara
la memoria de todo lo que no fue dicho.
Las palabras que murieron en ti,
que nacieron en mí...
que nacieron en mí...
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