Y cuando al cuerpo
no le queden fuerzas ya para amar
porque íntegras las reserva
para mantenerse erguido,
el viejo corazón dará saltos
jubilosos con el ímpetu de un atleta
y escalará todas las verjas
y todos los muros sin temor
a despeñarse,
acariciando con la hondura
de un experto amante
las infantiles resistencias.
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