Pagodas

Pinto horizontes curvados
como si mi muñeca tuviese el pulso de un niño
y no forzara la línea,
los tejados de las casas
se convierten en pagodas
que danzan risueñas en arcos de amor,
las nubes, temblorosos meandros
que cruzan cargadas de
anhelos el mar.
Es curioso, me digo, todo me sale
redondo cuando la mente
no está.

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