Miras atentamente deslizarse
el blanco sobre negro,
luz sobre sombra que se abre
a la rosada carne,
los pliegues se deslizan
lento
y dejan caer sobre los muslos
un río de peces de mar que acostumbrados
a la salinidad anhelan el dulce de tu boca,
a sabiendas de su prematura muerte.
Extiendo el lienzo sobre el caballete
y pido misericordia.
Clemencia.
Toda la tela entregada a ti.
Quién fuera pintor... Precioso poema, María.
ResponderEliminarMaravilloso poéma Begoña!Espero que el pintor esté a la altura...
ResponderEliminarMil besos.🌷
Gracias y mil gracias. Mil besos a ti, cielo.
EliminarJajjajajajajjaja
ResponderEliminarQué grande eres, Amelia!!!