Y es que a pesar de haber nacido para eso,
mi paraguas es cada vez menos inmune
a las inclemencias del tiempo. Se escapan
algunas varillas por sus extremos y se rasga
la piel del centro.
Hoy el cielo azul anunciaba un descanso
feliz en su paragüero. Nada hacía presagiar,
ni la dirección del viento, ni las rosadas
nubes que iba a ser abierto.
Y es que cada vez pesa más
la lluvia a mi paraguas viejo.
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