La magia huele a limpio,
a fragancia de niño que entiende
todos los poemas
y tiene la textura de un ratón
que permuta un diente
por una moneda,
y canta profundas melodías
que saca de un sombrero de copa
y sabe a instante
y a regaliz
y es redonda.
La magia mira todo lo que ve
y ve todo lo que no mira.
El problema es que a veces se esconde
cuando uno se complica, porque
-y eso hay que tenerlo en cuenta-
ella es modesta y sencilla.
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