No avisaré de mi llegada, 

quizá presientas por el aroma 

de ciertas calles

que anduve muy cerca. 

Tal vez en aquella plaza 

cuando levantes la vista de tu café 

y observes una bandada de pájaros 

picoteando algo en el aire,

o en el reflejo naranja de un cristal 

que refractaba la luz 

sobre tu vaso de agua,

o en el traspiés de una mujer 

que miraba hacia todos los sitios 

y a ninguno sin seguir las indicaciones del equilibrista.

En una risa a destiempo.

O en una lágrima. 

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