Me enfrenté al dragón: 

dejé de darle el agua

que él convertía en llamas.

Y se fue haciendo pequeño

y de sus ojos la súplica, 

y de sus garras las uñas, 

cayendo, una a una, sobre el mar, 

y de su boca la garganta 

                                        quemada. 


Lancé una flor sobre los restos. 

2 comentarios:

  1. Los dragones hay que mirarlos de frente y a los ojos.
    O escribir un poema que sirva para fundirlos en su fuego...Precioso poema.

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