No todo fue en vano
aunque en vano fuera todo,
amar a tus hijos
y traerlos al mundo
aunque el vacío del vano
anunciara la luz:
la posibilidad de todo
durante el intervalo de la obra.
No es en vano el amor.
Es el vano en la construcción
de la vida.
“No prueba nada, contra el amor, que la amada no haya existido jamás.” Antonio Machado
Nadie podrá arrebatarte los ojos
que pintaste
detrás de su pétrea mirada,
ni la suavidad de aquella piel
de sus, en verdad,
tornadizas manos,
los besos de un metal herrumbroso
que disfrazaba tu saliva dulce,
ni la música de las esferas
que escuchabas cuando hablaba.
No reniegues de lo que sentiste,
aunque te lo inventaras.
Has llegado de un viaje muy largo
donde nadie podía acompañarte
con las manos y los pies
confundidos de extenderlos
en un vacío que te evitaran caer.
Tus primeros pasos fueron seguros
cuando la vida aún era levantar
las manos para tomar los dones
que tus ojos de una galaxia verde
y lejana alcanzaban lejos a ver:
la flor que me ofrecías sin cortar,
las nubes que traían promesas,
los viajes alrededor del mundo
sin salir de la isla, sin salir de la cama.
Y hoy han vuelto las estrellas
a tus ojos y los dones a tus manos,
hoy tomas conciencia de alguien
que lleva mucho tiempo esperando.
No veía tus manos,
sino el áspero esparto
que recubría tus dedos,
dejaba un ojo abierto en sueños
para saltar al vislumbrar
la sombra de una caperuza,
rogaba al viento rasgar
las pihuelas trenzadas
con hilo de dragón,
tu voz era un silbato
al que desobedecer.
Perdóname, no eras tú,
solo mi mente,
de mi alma,
una cetrera en ciernes.
Nada hay que se le parezca.
No hay dos grillos iguales,
si los miras detenidamente
cada uno tiene su propia identidad:
las antenas de aquel
se tuercen ligeramente a la izquierda,
este que canta tiene una
más larga y tiesa que la otra.
El tiempo no es igual
para la cigarra y para la hormiga,
aunque los versos sean idénticos
vibran tan diferente en tus oídos
y en los míos…
No hay dos penas iguales,
¿y qué me dices de la alegría?
Mi primer libro sin “santos”,
el paseo en bici sin ruedines,
las eternas tardes de sábado
frente a un tablero de parchís,
tus continuos debates con Pituca,
una especie muy doméstica
de Petronio y Lucanor,
tu aparición en mis sueños
dando precisas instrucciones
para que retoñe el bulbo de mi ser.